Llueve en Buenos Aires y otra hora acaba de comenzar.
Tarde gris y casi no da para estar en la oficina.
Mis días últimamente están rodeadas por una gran contradicción. La mayoría de las Leyes de Murphy se estan cumpliendo conmigo.
Por ejemplo, ayer que estaba tan alegre durante todo el día, que logré surfear mi día laboral con ese lindo estado de ánimo lo terminé enojada. Más que enojada sería podrida de mi “gente”. De la más cercana: mis hermanos y mi chico.
Y después del enojo, el malestar y todo llegó el replanteo.
Un pequeño replanteo entre una pequeña crisis existencial. O sea que de ahí hasta que resuelva el replanteo puede pasar toda una vida.
Pero es un replanteo al fin. Y sin poder analizar nada mi mente me asegura que la única manera de ser feliz sería dejando todo como esta, agarrar mis cosas (las que pueda cargar únicamente) y empezar de cero en otro lugar lejos.
Claro que si lo pienso dos segundos eso es imposible. Porque mi “culposidad” y la imposibilidad de relacionarme socialmente en forma efectiva harían que regresara con la capa caida a los pocos días.
A veces me gustaría ser más libre… menos culposa… más arriesgada.
Y no sentir ese ancla que me ata a la tierra y no me permite encontrarme con mi mente que esta casi siempre volando alto.
Una lástima.
Tarde gris y casi no da para estar en la oficina.
Mis días últimamente están rodeadas por una gran contradicción. La mayoría de las Leyes de Murphy se estan cumpliendo conmigo.
Por ejemplo, ayer que estaba tan alegre durante todo el día, que logré surfear mi día laboral con ese lindo estado de ánimo lo terminé enojada. Más que enojada sería podrida de mi “gente”. De la más cercana: mis hermanos y mi chico.
Y después del enojo, el malestar y todo llegó el replanteo.
Un pequeño replanteo entre una pequeña crisis existencial. O sea que de ahí hasta que resuelva el replanteo puede pasar toda una vida.
Pero es un replanteo al fin. Y sin poder analizar nada mi mente me asegura que la única manera de ser feliz sería dejando todo como esta, agarrar mis cosas (las que pueda cargar únicamente) y empezar de cero en otro lugar lejos.
Claro que si lo pienso dos segundos eso es imposible. Porque mi “culposidad” y la imposibilidad de relacionarme socialmente en forma efectiva harían que regresara con la capa caida a los pocos días.
A veces me gustaría ser más libre… menos culposa… más arriesgada.
Y no sentir ese ancla que me ata a la tierra y no me permite encontrarme con mi mente que esta casi siempre volando alto.
Una lástima.
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