Los que leen desde hace muuuuuuucho quizás recuerden a G.
G no fue mi novio. Igual como esta sección no es exclusiva de “novios”, me parece interesante contar esta historia hoy.
Mis amigas la saben. Alguna en silencio debe preguntarse como es que llegamos a salir alguna vez. En fin.
En mi período de soltería más importante me crucé con G. Cómo? Bueno, eso es divertido (pero no lo MAS divertido)
Una tarde boludeando en el dpto de la Diablurita empezamos a ver fotos del muchacho con el que salia ella. Me mostraba fotos del susodicho en la nieve, en la playa, etc. Por suerte la Diablurita y yo no tenemos gustos similares en cuestiones masculinas.
Y entre esas fotos aparece una con un muchacho y algunas famosas.
-Quien es ese?
-Jajaja, es G. El que me habla retro, te acordas?
G trabajaba en la empresa que luego contrató a la Diablurita, pero antes se habían conocido porque habían trabajado juntos.
Entender a G no es fácil. Y ahora que lo conozco muuuuuuuuuucho mejor puedo decir que hasta casi lo comprendo, pobrecito.
G actúa como un galán con las minas, pero sus amigos lo tienen de punto. Saben que exagera y hasta que es super inseguro. No paran de gastarlo, pero él se deja. Es como una relación enfermiza. Y ni que hablar del trato que permite con sus parejas.
Cuando G esta con una chica le pinta que la tiene re clara. No para de hablar de su trabajo y sus logros.
No vas a evitar saber que es bajista en una banda y hasta canta algunas canciones.
Finalmente la Diablurita hizo de las suyas y le paso mi MSN. Estuvimos chateando unos días y finalmente nos conocimos.
Es decir, supuestamente un sábado en el que habíamos salido la Diablurita y yo se escapó de una reunión con sus amigos y se encontró con nosotras.
G estaba de novio. Pero adivinen que: estaban mal (jajajaja… típico).
Estuvimos en un pub tomando algo y escuchando música los tres hasta tarde. Después el se ofreció a llevarnos a la casa de la Diablurita ya que iba a quedarme con ella esa noche.
Subió a tomar un café y aunque me parecía atractivo y teniamos onda… estaba segura que no iba a pasar nada.
Un rato después baje a abrirle la puerta y bueno, pasó. Estuvimos un rato en el pallier donde me dijo cosas típicas de un pibe que te quiere levantar.
No voy a hacer eterna la historia.
Nos vimos en la semana, un día que su novia entrenaba y después se deshizo en palabras. “Si te hubiese conocido en otro momentos”, “Sos lo mejor que me podía pasar, pero no estoy bien ahora”…
Afortunadamente desde el principio supe como venía la mano y jamás espere nada de él.
Y así a menos de una semana de habernos visto desapareció. Y apareció dos semanas más tarde, solo para decirme que su novia se había mudado con él para “ver si podían hacer funcionar la relación”.
Lástima me dio… él y la novia. Y aunque él creía que me estaba rompiendo el corazón (esto se acerca a lo más gracioso de todo), nada más lejos de la realidad.
Creo que no pasaron tres meses desde que volvió a aparecer (por MSN).
Se había separado de la novia. Ella había hecho sus valijas y desaparecido “para siempre” (porque será que el “para siempre” de la vida real no es como el de las películas o las canciones de amor???)
La verdad que no estaba para que me boludeara, pero como ya estaba sobre el bien y el mal… que más daba.
Sin embargo me divertí mucho poniendolo en una situación que ahora se que disfruta: la culpa.
Y así nuestra “relación” (para decirle de alguna manera) fue haciéndose más laxa.
Poco después de ese llamado se puso de novio con otra chica. Pero por lo que pude saber (y ver) él estaba con ella para no estar solo. G no puede estar solo, no sabe como hacerlo…
Su relación era extraña, no se abrazaban o besaban en público. Quizás algo de rigor, pero no era a lo que estoy acostumbrada de ver. Y como con G no hay forma de terminar de otra manera, después de un año de relación él la dejó por otra. La dejó por su novia inicial. Esa que lo dejo mil veces, con la que se fue a vivir en dos oportunidades, a la que engaño conmigo.
Él siempre la amó, la quiere de una forma que jamás voy a comprender. Pero no solo por sus sentimientos, sino porque esa novia no le corresponde. Se ven dos veces por semana, jamás los viernes o sábados porque ella sale con la gente del club. Él le habla de casamiento y ella sale corriendo. Él la mira con cariño y ella casi casi lo ignora.
Es así. Con G pude descubrir que la regla de “uno siempre se va a enamorar de quien no le de todo lo que otra persona estaría dispuesta a darle”.
Pero ojota… no es que yo haya querido darle nada. G no significa nada para mi, en verdad nunca fue demasiado. Fue la historia graciosa de cómo un tipo me dijo un millón de cosas que nadie le había pedido y a los tres días se mudó con su novia. Pero no más que eso.
Con G aprendí a desconfiar mucho más de las “palabras” de los hombres en etapa de conquista. Aprendí las razones por las que un hombre puede engañar a su pareja. Pero sobre todo a G le debo algo que hoy me hace muy feliz.