... o como supere el miedo y fuí a hacerme los análisis de sangre.
Hace casi un mes que el doctor me había dado las órdenes para que fuera a sacarme sangre para unos estudios.
Di vueltas dos semanas hasta que me agarré una faringitis aguda, que derivó en una alergia brutal a un medicamento que estuve tomando (en dosis infernales) por tres días.
Esto resulto en tener que pasar más de cinco días tratando de aliviar la alergia y curar la faringitis.
Después di vueltas y más vueltas para que la agenda de él y la mía coincidieran y no tuviera que ir sola al laboratorio.
Pero después de la "situación del Domingo" no había otra opción que tomar coraje e ir solita con doce horas de ayuno a sacarme sangre.
Llegue temprano, porque mejor hacerlo rápido. Saqué número para que me atendieran y me hicieran pasar a la sala de espera.
Tuve que llenar algunos papeles tratando de que el ruido de mi estómago vacio no espantara al resto de la gente allí presente.
Terminado el papelerio me fui a la salita a esperar.
Como la última vez (hace dos años) me tocó un box de extracción infantil... en las paredes -literalmente- los ciento un dálmatas correteaban.
La encargada del procedimiento entró con una sonrisa, me tomó el brazo, me acomodó y yo automáticamente le di vuelta la cara y comencé a contar las manchitas de los dálmatas.
La encargada del procedimiento entró con una sonrisa, me tomó el brazo, me acomodó y yo automáticamente le di vuelta la cara y comencé a contar las manchitas de los dálmatas.
En vano intentó darme charla, porque a medida que sacaba tubitos de ensayo de un cajón y la jeringa, yo empalicedía y veía borrosos a los malditos perros.
Qué me preguntó? Qué le respondí?
Parte de los misterios de la vida.
Parte de los misterios de la vida.
Al rato estaba sentada en la vereda, tomando una Coca y comiendo un alfajor.
Cuando ya se estaba volviendo todo muy aburrido, emprendí camino a la oficina. Mi eterna maldición: llegue tan temprano como siempre. No pude robarle ni quince minutos a la jornada laboral.
Cuando ya se estaba volviendo todo muy aburrido, emprendí camino a la oficina. Mi eterna maldición: llegue tan temprano como siempre. No pude robarle ni quince minutos a la jornada laboral.
Odio sacarme sangre. Odio hacerme análisis.
0 agarraron el lápiz:
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