Acá estoy. Volví.
Aunque a la ida no se cayó el avión, me tocó viajar entre dos personas cual sandwichito. Lo odie.
A la vuelta el cielo me sonrió y no solo estuve en el pasillo sino que además no tenía a nadie del otro lado.
Para variar, tengo algunas cosillas para contar pero mucho trabajo que inclina la balanza para el lado del laburo.
Solo les dejo una imagen poco feliz mía sentada en la vereda camino a cena, con mi cliente de México tratando de levantarme.
De la risa que me había agarrado el patinarme en medio de la calle no podía tenderle los brazos para que me ayude.
Dicen que los alemanes miraban asombrados de que me este riendo de esa forma.
Nadie se acercó, por supuesto.
Del otro lado de la calle el resto del grupo miraba la situación, algunos tentados y otros intrigados porque no me habían visto caer tan tontamente.
Y así fue como un jueves a la noche, después de cinco días de trabajo a full, frío y cansancio terminé en el suelo.
1 agarraron el lápiz:
Bienvenida a casa!
Y muy gracioso el cuento, me imaginé a una mina cagándose de risa en el cordón de la vereda mientras la gente pasa y la mira con cara de "esta mina esta re loca!"
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